Virgen de Luna

Cofradía Hermandad de la Virgen de Luna de Villanueva de Córdoba


El nombre

No se conocen con seguridad los motivos que generaron el nombre de Nuestra Señora de Luna. El que tenga una luna a sus pies es un motivo iconográfico de la Inmaculada Concepción, cuyos atributos fueron tomados del Apocalipsis 12,1 (“En esto apareció un gran prodigio en el cielo, una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en la cabeza una corona de doce estrellas”). Sin embargo, los especialistas en arte le atribuyen a esta forma de representar a la Inmaculada Concepción de María un origen no demasiado antiguo, de finales del siglo XV. Escribe Louis Réau (Iconografía del arte cristiano. Introducción general): “Los otros atributos de la Inmaculada Concepción están tomados del Apocalipsis 12… La luna que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evocaba la castidad de Diana. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de la luna bajo los pies de la Virgen Inmaculada como un símbolo de la victoria de la Cruz sobre la Media Luna turca”.

Sería el barroco español el que elevara la representación de la Inmaculada a las más altas cimas del arte, con las esculturas de Alonso Cano en Granada o las inmortales Inmaculadas de Zurbarán o Murillo. Por efecto de mimetismo también la advocación de la Asunción se representó con la media luna a sus pies.

Dado que la devoción a la Virgen de Luna en los Pedroches parece anterior a esa forma de representar los artistas a María, no hay relación entre ambos asuntos. Para explicar el origen de la advocación dice D. Juan Ocaña (La Virgen de Luna. Bosquejo histórico) que hay una hipótesis, atractiva, pero carente de toda prueba documental, epigráfica o arqueológica, que se basa en pruebas indirectas, por la cual el nombre hay que buscarlo en algún antiguo culto prerromano a la Luna.

En la zona comprendida entre el norte de Córdoba y sur de Ciudad Real abundan las advocaciones marianas de origen astral, además de Nuestra Virgen de Luna: Virgen del Sol en Adamuz y Montoro; Virgen de la Estrella en Espiel, Agudo y La Viñuela (Ciudad Real). Según esta hipótesis estas advocaciones de María serían reminiscencias de los cultos de pueblos prerromanos. Lo cierto es que todos los municipios citados pertenecieron a la región conocida al comienzo de la dominación romana como “Beturia de los túrdulos”.

También la forma en que la tradición recoge la aparición de la Virgen, en una encina, se ha puesto en relación con la religiosidad de estos pueblos indígenas. En los bosques de robles en el norte y de encinas en el sur, según los autores antiguos, sería donde los druidas llevarían a cabo sus rituales y enseñanzas. D. Julio Caro Baroja ha estudiado algunos casos de cultos indígenas al árbol, de dendolatría, en el norte de España, aunque no sólo allí: la Virgen de la Encina de Ponferrada (León) y la de Baños de la Encina (Jaén) escogieron para aparecerse una encina, como la Virgen de Luna. Para Antonio Merino Madrid, investigador de las tradiciones de los Pedroches, “la encina, que como altar de la aparición nos habla de manera palmaria de la identificación entre un culto cristiano y otro pagano que se ahora se suceden. El culto a la encina va a ser sustituido por el culto a la Virgen, con lo cual se cambiará la forma externa sin que ello afecte a la idea común que sustenta a ambos. Un símbolo material del sincretismo de cultos que se produce sería la bellota que reproduce la imagen de la Virgen”.

¿Puede deberse el nombre de nuestra advocación, la Virgen de Luna, a una cristianización de un lugar de culto anterior? Como afirma Louis Réau, “desde siempre hubo lugares sagrados que parecen llamar a la oración y que el pueblo habría continuado frecuentando pese a cualquier excomunión. La Iglesia se adelantó marcándolos con el signo de la cruz. Numerosas iglesias cristianas fueron simplemente “instaladas” en los templos paganos… La Iglesia intentó conservar no sólo los lugares de culto, sino también las denominaciones. Así, según la tradición, San Florentino de Borgoña habría ocupado el lugar de un templo de Flora”.

Esto es lo que recomendaba el Papa Gregorio Magno a los monjes misioneros enviados a cristianizar a Inglaterra a finales del siglo VII: “Es a saber, que los templos de los ídolos de ese país no deben ser destruidos, sino solamente los ídolos que están en ellos; prepárese agua bendita y rocíense con ella esos templos, constrúyanse altares, colóquense reliquias… pues la gente no debe ver sus templos arruinados, para que más de corazón abandone su error y esté mejor dispuesta a acudir a los lugares que acostumbraba a conocer y a adorar al verdadero Dios… Pues es sin duda imposible arrancar de una vez todos los abusos de unas mentes endurecidas, así también el que ve que tiene que subir a un sitio muy alto, lo hace por grado o por pasos y no a saltos”.

En la localidad onubense de Escacena del Campo existe una Virgen con el mismo nombre. Algún nativo de esta población ha pretendido, gratuitamente, que nuestra Virgen de Luna procede de la de esta localidad, basándose en un cierto marqués de Pozoblanco, que habría tenido propiedades en Córdoba y en Huelva. Estos argumentos son totalmente infundados, y no merecen el menor crédito: desde la conquista de la capital cordobesa por Fernando III en 1236, la comarca de Los Pedroches fue de realengo, o sea, dependiente directamente de la autoridad real, y no de ningún noble (a excepción de la venta hecha por Felipe IV de las Siete Villas al marqués del Carpio, pero ya a mediados del siglo XVII). No existe constancia, ni siquiera mantenida por la tradición oral, de ninguna emigración a Los Pedroches procedente del sur; y hasta las tradiciones sobre la aparición de ambas imágenes varían sustancialmente: mientras que nuestra Virgen de Luna se le apareció al tradicional pastorcillo, en Escacena lo hace a unos carboneros a los que guió con una luz blanca en una noche oscura de tormenta.

María Luna” es un nombre femenino muy peculiar en España, pues en el padrón del año 2010 sólo lo llevaban 444 mujeres en España, la mitad de ellas nacidas en la provincia de Córdoba, y mucho más concretamente en dos municipios del norte de ella: Villanueva de Córdoba y Pozoblanco.